26 Jun Guayaquil es de todxs, Aquiles
Negarnos a ocupar el centro de Guayaquil es desconocer la discriminación y violencia que hemos sufrido, negar la lucha histórica de nuestros derechos, y rechazar incluso que existimos en una ciudad con una Alcaldía que hoy lleva el nombre de “ciudadana”.
VICTOR H. CARREÑO
Cuando falta menos de una semana para la marcha del Orgullo en Guayaquil, el alcalde Aquiles Alvarez mantiene una posición absurda y -aunque lo niegue- discriminatoria: en el centro, no.
Como justificación a esa negativa ha esgrimido el impacto vial que ocasionaría -mejor vayan al parque Samanes-. Y en una última declaración, invocó el respeto a la autoridad y a la ciudad.
No es necesario dar más detalles. Ya los sabemos. Quienes cada año acudimos a las marchas, hemos seguido con atención las desafortunadas declaraciones del Alcalde, que han avivado en redes sociales el discurso de odio, y las exhortaciones de instituciones y organizaciones de derechos humanos para que el Municipio revea su decisión.
Pero lo que sí es necesario aclarar a Aquiles Alvarez y a los defensores del orden de la ciudad (en realidad, homofóbicos, transfóbicos, lesbofóbicos, etc., cuyas expresiones en redes sociales no vale la pena repetir) es por qué el sábado 1 de julio estaremos en el centro de Guayaquil.
Nos hemos ganado a pulso nuestro derecho a ser visibles y a caminar libres. Con luchas personales para salir del clóset (en mi caso, a mis 30; porque no, no son fáciles los procesos de aceptación) y con luchas colectivas que son parte de nuestra historia, como la despenalización de la homosexualidad en Ecuador.
Hasta hace 25 años, bastaba ser un “maricón” que caminaba por la calle para que la Policía llevara detenido al “invertido”, porque el Código Penal establecía que éramos delincuentes. En la avenida 9 de Octubre, 40 años atrás, una horda de militares embistió a Fernando Orozco, un sobreviviente de la criminalización de la homosexualidad, y lo golpeó con un cable.
Por eso queremos marchar en la avenida 9 de Octubre, por personas como Fernando y porque pudimos ser él si esa infame disposición legal siguiera vigente.
Tenemos que recorrer la principal vía de la ciudad para honrar a quienes nos antecedieron en la lucha de nuestros derechos, para alzar la voz contra la discriminación y violencia, para protestar contra los crímenes de odio y los transfemicidios, para combatir las denominadas terapias de conversión… Y, por qué no, para abrazarnos y celebrar quiénes somos.
Queremos recorrer la avenida Malecón porque a pocas cuadras de allí (en Pedro Carbo y Colón), cuando se intentó marchar por primera vez en el año 2000, una horda de policías reprimió a quienes asistieron. O porque por esa misma época las mujeres trans eran golpeadas por los policías metropolitanos si las encontraban en la calle 1 de Mayo, que colinda con el Parque Centenario, lugar donde cada año cierra la marcha.
Queremos marchar, repito, porque no es un “evento”, como lo ha dicho el Alcalde. Queremos ocupar el centro de la ciudad porque también nos pertenece, al igual que a los barcelonistas, quienes han celebrado el triunfo de su equipo en la 9 de Octubre, así como a los cristianos evangélicos que con marchas se han opuesto a nuestros derechos en la misma avenida, o a los partidarios de Revolución Ciudadana que celebraron el triunfo de Aquiles Alvarez mientras lideraba una caravana en la avenida Malecón.
La propuesta de ir al Parque Samanes es violenta. En la época en que éramos delincuentes, los parques eran los espacios que se frecuentaban para evitar las miradas juzgadoras y el acoso de la Policía; incluso eran lugares para pernoctar.
No queremos volver a un parque. No queremos escondernos ni ocultar las distintas realidades que nos aquejan. Dos días antes de que el alcalde Aquiles Alvarez, desde su residencia en el privilegiado complejo de Isla Mocolí, publicara en su cuenta de Twitter un video en que ratificaba la postura del Municipio y mencionara que había recibido “insultos”, Valentina Morán, una mujer trans de 19 años, fue asesinada a tiros en Paraíso de la Flor, uno de los sectores que conforman Nueva Prosperina, la zona más violenta de Guayaquil.
Lo que ocurrió con Valentina no es aislado. Muchas mujeres trans que habitan en la periferia están expuestas a la inseguridad, a la violencia, a las extorsiones del crimen organizado por la transfobia y las desigualdades sociales.
Desde la KSA TRANS, espacio de acogida de mujeres trans en condiciones de vulnerabilidad ubicado en Flor de Bastión, su directora, Odalys Cayambe, lo ha denunciado continuamente y el Estado no toma ninguna medida. Las siguen matando.
Aquiles, en Guayaquil hay mujeres trans que prácticamente sobreviven cada día; también homosexuales con “pluma” que reciben insultos o son víctimas de agresiones; parejas de gais y de lesbianas que miran a su alrededor antes de profesarse amor en público; hombres trans que han dejado sus hogares debido al rechazo de sus familias…
Negarnos a ocupar el centro de Guayaquil es desconocer la discriminación y violencia que hemos sufrido, ocultar la lucha histórica de nuestros derechos, y negar incluso que existimos en una ciudad con una Alcaldía que hoy lleva el nombre de “ciudadana”.
Guayaquil es de todxs, Aquiles. De los hinchas del equipo de fútbol del cual usted fue dirigente, de los feligreses de la religión que usted profesa, de los adeptos de su movimiento político… Y sí, también de nosotrxs.