Sandra Álvarez: «No podemos hablar de visibilidad mientras una de nosotras esté viviendo una doble vida de dolor y mentira»

En el Día de la Visibilidad Lésbica, Sandra Alvárez, una figura crucial en la lucha por los derechos de las mujeres lesbianas en Ecuador, reflexiona sobre las necesidades urgentes que atraviesa esta población en el país

TEXTO Y FOTOS: DIEGO RIVAS

Tras sufrir discriminación lesbofóbica en una organización de mujeres para la cual trabajaba, y sin tener un lugar al que acudir en busca de ayuda, Sandra Álvarez decidió que ninguna mujer lesbiana volviera a pasar por una situación así.

“Teníamos el derecho de que exista una organización en la que pudiéramos refugiarnos, un sitio donde en verdad se preocuparan por nuestros derechos”. Así, en 2003, nació la Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas (OEML).

Sandra es una activista que representa resistencia y reivindicación frente a la exclusión y el estigma. Con su expareja, marcaron un precedente en los años 90 al recurrir a la justicia para ingresar una denuncia por agresión lesbofóbica, estuvo vinculada al proceso de despenalización de la homosexualidad y fue la primera mujer abiertamente lesbiana en ocupar una curul en la Asamblea. 

En el Día de la Visibilidad Lésbica, que se conmemora para exponer la marginación histórica que las mujeres lesbianas han sufrido, Sandra reflexiona sobre las necesidades de esta población y cómo su invisibilización, incluso dentro del contexto LGBTIQ+, ha provocado que sus demandas queden relegadas.

Sandra Álvarez tiene 56 años y desde su adolescencia se enfrentó a la discriminación por su orientación sexual. En el colegio en el que estudiaba, fue expulsada por ser lesbiana. | DIEGO RIVAS

“Las mujeres lesbianas siempre hemos sido las más invisibilizadas dentro de las invisibilizadas. La Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas buscó empoderar a nuestra población, pero también trabajar con la sociedad; esa parte la considero crucial, pues una sociedad que nos desconoce es nuestro principal problema. El objetivo era reivindicar las existencias lesbianas en Ecuador; fue un trabajo arduo, pero a todo lo que he hecho en mi vida le he puesto alma, cuerpo y corazón”.  

“Fui expulsada de un colegio religioso por ser lesbiana”

Sandra Álvarez nació el 30 de mayo de 1967, en Quito. Desde muy joven se enfrentó a una sociedad que no la aceptaba e intentaba excluirla. Tras culminar el quinto curso en un colegio religioso, en los años 80, su matrícula fue negada para el siguiente año lectivo. “La monja rectora me impidió matricularme. Me dijo que mi matrícula estaba negada porque yo era lesbiana. Lo curioso es que ni siquiera sabía lo que significa ser una persona lesbiana. En Ecuador, antes del 97, de esas cosas no se hablaba. Si hoy es un tema tabú, imagínate entonces”.

En 1997, el entonces Tribunal Constitucional despenalizó la homosexualidad tras una lucha en la que se unieron varias organizaciones LGBTIQ+. La Comisión de la Verdad y Justicia, en su informe Sin verdad no hay justicia, presentado en 2009, señala que la época previa a la despenalización de la homosexualidad se caracterizó por casos de discriminación, violencia y persecución contra personas LGBTIQ+. Estas violaciones incluyeron asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas y otras formas de violencia.

“¿Cómo puede alguien con prejuicios interferir tanto en la vida de una persona? La monja me dijo que debía ser lesbiana, que ponía en riesgo a mis compañeras, que las violentaba, que estar cerca de ellas les representaba un peligro (…) Entonces fui expulsada por el simple hecho de ser yo misma, quien siempre he sido, aún sin saberlo. Y, pese a que seguramente creamos que no, este tipo de actos de discriminación siguen ocurriendo en la clandestinidad”.

La activista habla de las realidades de las mujeres lesbianas. En sus 20 años de activismo, las demandas son casi las mismas. Sandra comenta que las mujeres lesbianas son las más invisibilizadas. | DIEGO RIVAS

Aunque son épocas distintas, la discriminación en espacios educativos contra personas de las diversidades sexo genéricas es un problema que persiste. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), el 64,6% de las personas LGBTIQ+ ha sufrido discriminación o exclusión en el ámbito educativo, a pesar de que la Constitución garantiza el derecho a la educación y la no discriminación por motivos de orientación sexual; la Ley Orgánica de Educación Intercultural establece que el sistema educativo debe promover el respeto a la diversidad sexual; y el Consejo Nacional para la Igualdad de Género recomienda poner énfasis en trabajar por la no discriminación hacia mujeres lesbianas dentro del sistema de educación.

“De todos modos, yo le agradezco a la monja, le deseo lo mejor, ya que el que me hayan echado de ese colegio fue una de las mejores cosas que me pasó en la vida. A partir de ahí fue que empecé a investigar y a enterarme de lo que era ser lesbiana. Fue difícil; incluso acceder a información en ese entonces era muy complicado”. 

Sandra encontró en el sistema educativo un espacio hostil y adverso en el que su presencia se consideraba una amenaza. Hoy, señala la importancia de trabajar en estos ejes que históricamente han sido negados para las mujeres lesbianas. “¿Dónde somos visibles? ¿Dónde queremos serlo? La educación es clave, es la única herramienta para construir nuevas sociedades basadas en el respeto, la inclusión y la paz”.

“Somos doblemente vulnerables a la violencia machista” 

Después de culminar sus estudios secundarios, Sandra se radicó en Cuenca. Allí, padeció uno de los hechos que marcaron su vida: una agresión física por parte de los familiares de quien entonces era su pareja y con quien residía en la ciudad.

“De repente, la puerta del departamento se cayó, entraron a patadas, entraron y nos golpearon, nos golpearon mucho, pensé que nos iban a matar”. 

Sandra, para resguardar su integridad física, tuvo que huir de su propia casa. “Si no me iba, podría haberme pasado algo grave. Me golpearon, me arrastraron, querían botarme por unas gradas de piedra”.

Sandra y su expareja sufrieron violencia machista. En los años 90, cuando la homosexualidad aún estaba penalizada, ambas decidieron ingresar una denuncia por agresión. | DIEGO RIVAS

Su expareja también fue agredida por sus familiares, en especial por su hermano. Sandra pensó que podía haber sido herida de gravedad. “Creía que se les había ido la mano, yo vi como le destrozaron la cara de un trompón”. 

“Su hermano, la persona que me agredió, era un enfermo. La violencia de hombres en contra de mujeres es un hecho común en el país, las mujeres lesbianas somos doblemente vulnerables”.

Ecuador cuenta actualmente con la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra de las Mujeres, que busca combatir -entre otras cosas- la violencia machista. La normativa incorpora el enfoque de género y el principio de igualdad y no discriminación, lo cual tiene un alcance directo hacia las mujeres lesbianas.

“En los años 90, no existía ninguna ley que nos protegiera como pareja, ni siquiera como mujeres. La única denuncia que pude poner fue por agresión. Sin embargo, fue un precedente en Cuenca, y nosotras pudimos convertirnos en lesbianas visibles en la ciudad”. Finalmente, Sandra, por tener cercanía familiar con sus agresores, retiró la demanda y regresó a vivir a Quito. 

“Fui discriminada dentro de una organización de mujeres”

Cuando Sandra tenía 23 años, su madre falleció. Esa pérdida la impulsó a estudiar una carrera universitaria. “Es lo que ella quería, quizá yo no, pero ella sí, y si ese era su deseo, yo se lo iba a cumplir”, explica, con un gesto de convicción y un parpadeo de ojos que evoca el recuerdo de su ser querido. De esta forma, Sandra ingresó a la carrera de Comunicación Social en la Universidad Central del Ecuador. 

“Conocí a mucha gente en la universidad, entre ellas a una profesora que fue el puente directo hacia la organización Coordinadora Jurídica de Mujeres en la que entré a trabajar como comunicadora. Para ese entonces era la organización (de mujeres) más importante del país”.

A través de la Coordinadora, Sandra también se involucró en el primer hito de la lucha por los derechos LGBTIQ+ en Ecuador: la despenalización de la homosexualidad. “Hubo acercamientos con organizaciones como Coccinelle, sentíamos ese espacio como nuestro, éramos parte de él, ya que nos involucraba a todas las personas no heterosexuales del país”.

Aunque Sandra estuvo vinculada en el proceso, son escasos los registros de la presencia de mujeres lesbianas en la lucha por la despenalización. La investigación Del Silencio a la Visibilidad: activismo, politización y derechos humanos de las Mujeres Lesbianas en Ecuador del Consejo Nacional para IaIgualdad de Género aborda que la época de la despenalización de la homosexualidad estuvo caracterizado por la invisibilidad para las mujeres lesbianas.

Sandra conserva reconocimientos y recuerdos de sus 20 años de activismo. Uno de ellos, la placa que le entregó la Administración Zona La Delicia del Municipio de Quito. | DIEGO RIVAS

“Todo parecía ir bien, había encontrado mi lugar de referencia en la lucha por los derechos, un espacio del cual sentirme parte y artífice. Todo marchaba bien, pero después ya no. Lo que ocurrió no me lo esperaba, nunca lo habría pensado”.  

Sandra Álvarez se presentó en 2002 como una de las seis candidatas para la dirigencia de la organización. Este hecho generó actos de discriminación y discursos de odio en su contra. “Dijeron que tenerme a mí en la directiva era como tener a un hombre, que violentaba y acosaba a mis compañeras, incluso que acosaba a mi jefa. Fui discriminada en un espacio de trabajo en el que se suponía defendían los derechos de las mujeres”. 

Según la mencionada investigación del Consejo Nacional para la Igualdad de Género, “en el marco laboral confluyen el ser mujer y ser lesbiana, de tal manera que la doble discriminación consolida un techo de cristal en tanto barrera invisible en el desarrollo profesional y laboral de la mayoría de las mujeres lesbianas”.

“Tratamos de poner una demanda contra el Estado, pero no fue posible hacerlo, no existían los mecanismos, ni las leyes, estábamos desamparadas”. Tras este hecho de discriminación, Sandra Álvarez, junto a su entonces pareja, fundó la Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas (OEML) en el 2003. 

El nacimiento de la OEML refleja que las personas LGBTIQ+ en Ecuador han recurrido a la resistencia y organización social como respuesta urgente y necesaria frente a un sistema que violenta, discrimina y excluye a las diversidades.

“¿Dónde están hoy las mujeres lesbianas? ¿Cuáles son sus verdaderas necesidades?”

En 20 años, la Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas ha impulsado iniciativas para abordar los temas más urgentes de esta población. Publicó durante algunos años la revista Existencias Lesbianas y, además, dictó talleres de capacitación y organizó encuentros lésbicos nacionales e internacionales.

“Lamentablemente, hoy ya casi no existe ninguna organización formada íntegramente por mujeres lesbianas y que trabaje por reivindicar nuestros derechos”.

“¿Dónde están hoy las mujeres lesbianas? ¿Quién está hablando de ellas y de sus necesidades? En un sistema machista, las mujeres lesbianas somos una de las poblaciones más vulnerables. Esta realidad no ha cambiado, no importa que hayan pasado 25 años de la despenalización. ¿Cuáles son las verdaderas necesidades de las mujeres lesbianas? ¿Qué es lo que se tiene que visibilizar?”. 

La Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas publicó durante algunos años la revista Existencias Lesbianas, que abordaba las problemáticas de esta población. | DIEGO RIVAS

Según el Informe sobre violencia y discriminación contra mujeres lesbianas, bisexuales y personas trans, realizado en 2020 por Corporación Promoción de la Mujer/Taller de Comunicación Mujer, el 77% de las mujeres lesbianas se ven afectadas por la reproducción de patrones machistas y patriarcales.

Los tipos de violencia específica ocasionada por patrones machistas y patriarcales que más afectan a las mujeres lesbianas son: violencia física (54,5%), violencia psicológica (18,2%) y violencia sexual (13,6%). El ámbito familiar, con el 76,3% de los casos, es el espacio en que más ocurren estos hechos, seguido del espacio público con el 20,9%. 

“La visibilidad es importante, muy importante, pero la visibilidad con condumio. El sistema a veces nos hace pensar que estamos logrando derechos, pero en realidad solo nos estamos dando vueltas en espiral. No podemos hablar de visibilidad mientras una de nosotras esté viviendo una doble vida de dolor y mentira”. 

Sandra enfatiza en la necesidad de poner el foco sobre problemas históricos que atraviesan a las mujeres lesbianas y que no han sido visibilizados ni combatidos con firmeza. “Existen aún mujeres lesbianas que se ven obligadas a casarse con un tipo, a llevar una vida ‘católica’, que deben refugiarse en ser madres. ¿Qué se oculta detrás de estas mujeres en la noche cuando no pueden dormir?”.

“¿Quién está hablando de ellas? ¿En qué situación está su salud mental? ¿En qué condiciones viven? No puede haber visibilidad mientras tantas y tantas mujeres que anhelan una vida de libertad tengan que estar encerradas y cautivas bajo una máscara. ¿Dónde está la visibilidad? Para ellas es un imposible”.

“Claro que debemos ser visibles, pero es fundamental que la sociedad sepa qué buscamos visibilizar. Mientras allí afuera se siga desconociendo la realidad y necesidades de esta población de mujeres no heterosexuales, la violencia y discriminación nunca pararán”. 

Entre esas realidades y necesidades de mujeres lesbianas, Sandra menciona las violaciones correctivas (llamadas así porque el móvil es un supuesto intento de modificar la orientación sexual) y las clínicas de conversión para “corregir” su sexualidad. “Si no se habla, si no se sabe del tema, ¿cómo se puede combatir? Es en puntos como estos en los que la visibilidad se vuelve indispensable”. 

El Código Orgánico Integral Penal tipifica la violación sexual y los delitos de odio por motivo de identidad de género y orientación sexual, pero en ninguno de ellos se especifican las violanciones correctivas.

Sandra conserva en su casa libros de activismo y derechos humanos, pero también de otros temas como política y salud. | DIEGO RIVAS

Asimismo, la normativa sanciona los actos de tortura que se cometan con la intención de modificar la identidad de género u orientación sexual de una persona.

En 2020, la abogada Mishel Aucacela, junto a su pareja Flor -quien fue violada “correctivamente” por un compañero de trabajo- interpusieron una demanda que busca servir como procedente en el país ante este tipo de delitos. El proceso sigue en marcha. 

La Corporación Promoción de la Mujer/ Taller de Comunicación Mujer publicó en 2017 el libro Retratos del encierro, donde varias mujeres lesbianas cuentan su experiencia dentro de las “clínicas de deshomosexualización” con el objetivo de que estos hechos no se repitan. “Merecemos vivir vidas plenas. Nuestros testimonios serán siempre actos de resistencia para alcanzar esa plenitud”, señala uno de los testimonios.

“Haber logrado el matrimonio igualitario sí es una conquista, pero hay más, hay temas centrales como la salud. ¿Se está hablando de las necesidades médicas? Muchas mujeres lesbianas han sido y son violadas dentro de un consultorio médico, cuando se les introduce espéculos totalmente invasivos y violentos con sus cuerpos”. 

Según la investigación Lesbianas y bisexuales en el sistema de salud ecuatoriano: garantía del derecho a salud sin violencia, realizada por FLACSO-Ecuador, “una de las  principales problemáticas de las mujeres lesbianas y bisexuales está ligada al uso y necesidad de áreas médicas especializadas principalmente en  la  ginecología”.

“Únicamente te preguntan si eres sexualmente activa, el siguiente paso es abrir las piernas y realizar procedimientos que desconocen totalmente la realidad de las mujeres lesbianas, no olvidemos que algunas nunca han sido penetradas. En el sistema médico ecuatoriano prima el desconocimiento, por tanto, también la violencia y discriminación”.

Para Sandra, incluso las organizaciones LGBTIQ+ han incurrido en la invisibilización de la salud de las mujeres lesbianas ya que “se han hecho muchos estudios, pero las mujeres lesbianas somos porcentajes residuales en investigaciones sobre VIH, ITS, etc.”.

“Nosotras también tenemos prácticas de riesgo, también nos enfermamos, tenemos embarazos no deseados, somos violadas. Se han ocupado más de otras poblaciones, me gustaría que en algún momento pongan el foco también en las mujeres lesbianas”.

“Mi objetivo era acceder a espacios de toma de decisiones”

En 2009, Sandra Álvarez fue la primera mujer abiertamente lesbiana en ocupar una curul en la Asamblea Nacional, como alterna de Paco Velasco, por el partido Alianza País que en ese entonces liderada el expresidente Rafael Correa. No solo fue la primera mujer abiertamente lesbiana, sino también la primera persona de las diversidades sexo genéricas en ser electa como legisladora.

Sin embargo, nunca se afilió al partido y no sentía pertenencia hacia él. “A pesar de que no tengo nada que ver con Alianza País, era una oportunidad que se me presentó de llegar a sitios en los que nunca habíamos estado presentes”. 

“Nuestro objetivo era acceder a espacios de toma de decisiones, porque de lo contrario no íbamos a estar nunca”. Pero su paso por la Asamblea no fue una etapa totalmente agradable en su vida, más bien todo lo contrario. “No me sentía cómoda al estar allí, tampoco me agradaban las personas que tenía cerca. Aquel no era mi lugar”. 

Sandra estuvo también directamente vinculada a la Asamblea Constituyente de Montecristi, en 2007, como coordinadora del grupo de organizaciones de mujeres. Sobre esta experiencia asegura que “todo fue una farsa, hicieron lo que se les dio la gana, trataron de ser políticamente correctos, pero una de sus premisas en el trabajo que hacían por las personas LGBTIQ+ era la de no molestar a la Iglesia, digamos que hasta ahí llegaba su límite”. 

“Entonces en una Constitución donde se suponía que la no discriminación era la base, prohibieron explícitamente la adopción para parejas lesbianas o parejas gays. Colocaron también trabas para el matrimonio igualitario. Al final, no añadieron nada en la Constitución, todo fue una farsa”. 

Aunque sus experiencias en el activismo pueden ser agridulces, Sandra confía en continuar incidiendo por las mujeres lesbianas. Ahora, desde un ministerio del área social en el que labora. | DIEGO RIVAS

Sandra relata que sus oficinas estaban en la cafetería. Lo describe como un lugar muy frío y que era conocido como la oficina de las mujeres. “Olía a café, pero fue un lugar de llanto, rabia, dolor, impotencia, asco…Un día llegó un comunicado que decía que para no chocar con la Iglesia era mejor dejar a un lado los derechos de las personas LGBTIQ+ y priorizar los de los animales. Ese día, allí, en Montecristi, nos pusimos todas a llorar”.

“Deberíamos estar unidas frente a un sistema machista”

Sandra Álvarez representa y expone la realidad que muchas mujeres lesbianas viven en el país, bajo lo que -asegura- es una doble vulneración por ser mujer y lesbiana, a las que “interseccionan también otro tipo de variables de vulnerabilidad como clase, etnia, etc”.

Para Kimberlé Williams Crenshaw, la interseccionalidad es “el fenómeno por el cual cada individuo sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales”. Así, cuando una mujer, además de ser lesbiana, se encuentra en condición de empobrecimiento, su vulnerabilidad a sufrir violencia, discriminación y exclusión es mayor y requiere atención prioritaria.

“Por ello, las mujeres más allá de nuestra orientación sexual, deberíamos estar unidas en una única línea, que es la reivindicación de nuestros derechos frente a un sistema machista, patriarcal y misógino. La unión es muy importante, porque todas nosotras tenemos las mismas características de los grupos excluidos, eso es una realidad”.

Tras más de 20 años de activismo por las mujeres lesbianas en Ecuador, Sandra se encuentra trabajando como funcionaria pública en el Ministerio de Inclusión Económica y Social, donde -asegura- busca «continuar haciendo incidencia por las mujeres lesbianas ahora desde dentro del Estado”. 

Diego José Rivas

Periodista e Investigador Social. Maestrante en Comunicación y Opinión Pública en FLACSO-Ecuador como becario por Excelencia Académica. Premio Eugenio Espejo UNP 2023.