27 Jun Ser artistas, ser libres
Ya sea poniendo el cuerpo como medio de protesta, ilustrando para que las personas se sientan representadas o tomando los espacios públicos para expresarse a través del voguing, tres artistas tienen claro que en el arte han encontrado una voz para expresar sus identidades sin represiones.
JOAQUÍN TAMAYO
Perseguir una carrera artística en Ecuador parecería implicar estar destinado al fracaso. En 2021, el Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura determinó en una encuesta a 1.171 trabajadores de las artes y la cultura que el 44,49% ejerce trabajos u oficios remunerados en campos no artísticos-culturales.
“El arte siempre está en desventaja frente a los demás”, me señala Jordy, artista y gestor cultural de ballroom, mejor conocido por la Jota de los Milagros, su nombre de escena. De espaldas a él hay un gran auditorio que pertenece a la Universidad de las Artes, institución pública de Guayaquil que ha sido el centro de formación para artistas en la ciudad.
Andrea Alejandro, artista interdisciplinar, es una de esas personas. Durante nuestro encuentro, similar a lo que me contaba Jordy sobre los desafíos de ser artista, me comentó acerca de la incertidumbre de poder sobrevivir a los pagos de cada mes con un trabajo como artista. “Llega momentos en los que es muy cansado”, me confiesa, sin dejar de soltar dos lápices de colores. Hay ocasiones en las que Andrea Alejandro no sabe si conseguirá suficiente dinero con su arte para sobrevivir el siguiente mes.
Ninguno de los dos deja de recordarme que ser artista es difícil y aseguran que trabajar con las temáticas que ellos retratan en su arte, las realidades de la población LGBTIQ+, también supone una dificultad.
Andrea Peralvo es una ilustradora que, como Andrea Alejandro y la Jota de los Milagros, conoce los desafíos que implica hacer arte de la población LGBTIQ+ y para la población LGBTIQ+. Ella publica sus ilustraciones en su cuenta de Instagram (@akaliland) y admite haber recibido comentarios discriminatorios por ser bisexual, comentarios como que iban a dejar de seguirla en la red social por su orientación sexual. Recuerda sentirse atacada, pues nunca ha escondido quién es en su cuenta. Me contó que borró los comentarios, pero sé que no ha olvidado las palabras.
¿Por qué seguir siendo artistas, entonces? ¿Por qué seguir haciendo arte para representar a la población LGBTIQ+ a pesar de lo difícil que puede llegar a ser?
Porque detrás de cada obra hay un mundo que son ellxs, un mundo del que es imposible separarse, pues solo en el arte han encontrado un medio para expresarse sin máscaras ni armarios, sin represiones.
Es el único medio para ser libres.
Los retratos de Andrea Alejandro
Es un hombre trans no binarie. Es negro. Es seropositivo. La obra artística de Andrea Alejandro está atravesada por cada una de las identidades que lo habitan. Esas identidades que lo habitan no solo las manifiesta en un lenguaje artístico, utiliza varios: la escritura, el teatro de objetos, el dibujo, la edición literaria y con la recolección de archivos sexo-disidentes. Este año, en el mes de mayo, participó en Positiva, una muestra que se expuso en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC) y que acogió artistas de Chile, Argentina, México, Colombia, Costa Rica y, por supuesto, Ecuador. En su exposición, Andrea Alejandro trabajó con registros de la percepción del virus en sus inicios en el país: carteles, afiches, fotografías de una época pasada pero que se han extendido hasta nuestros días.
“Se me hace imposible no hablar o no hacer obras sobre las cosas que me afectan a mí (…) Ya quisiera yo no tener que hacer obras de lo difícil que es ser una persona trans”, me confiesa entre risas.
El arte en su vida fue un divertimento durante su infancia y adolescencia, cuando descubrió por primera vez la literatura y el teatro. Al cumplir 24 años se convirtió en una “respuesta”, una respuesta a las preguntas que tenía del mundo.
Por eso no encuentra otra palabra para definir su arte más que con el adjetivo “político”. Hace arte para denunciar los problemas que atraviesan su cuerpo, por quién es. Andrea Alejandro no habla de situaciones que no ha vivido.
En un inicio, me cuenta, no siempre pudo estar en las exposiciones que le hubiera gustado porque su arte era descartado por las temáticas que aborda. Pero ahora siente que está en un buen lugar, aunque el camino del artista nunca acaba.
Y aunque admite que no siempre tiene acceso a todos los recursos para crear las obras que le gustaría (como pintar o hacer cine), encuentra una manera de plasmarse a sí mismo cuando lo necesita. Cuando le pregunto qué es lo que busca con su arte, me contesta con seguridad: “Dejar un legado (…) Pienso que no te vas por completo”.
Pensé inmediatamente en su poema titulado En el espejo: “Siempre fui intensa. Siempre fui intenso / Intensamente hombre. / Intensamente mujer. / En mis ojos y en el espejo, / siempre fui intensx.”. Andrea Alejandro está allí, está allí y siempre va a estar allí.
El viaje de Andrea Peralvo por incluir a todxs
A pesar de su experiencia negativa con comentarios discriminatorios en sus redes sociales, Andrea Peralvo se siente feliz.
A diferencia de Andrea Alejandro, sus ilustraciones no siempre estuvieron atravesadas por su identidad. Desde 2023, me confiesa, ha tratado de que su arte tenga un mensaje. “Aún no se nota mucho”, me comenta apenada, pero ese es su propósito con sus ilustraciones. Esta transición a empezar a hacer un arte para representar a las personas LGBTIQ+ coincidió con su salida del armario a sus familiares. Tuvo miedo al rechazo debido a que admite que su familia es muy religiosa. Sin embargo, ahora me dice con felicidad: “Es increíble poder decirlo abiertamente, que soy parte de”.
Andrea está tan orgullosa de ser una mujer bisexual que la obra que más le llena de orgullo es una animación con la que buscaba representar a todxs las personas de la población sexo genérica. Esa obra es un vídeo corto que presenta la ilustración de un fantasma que nunca está de blanco. El fantasma se pinta con los colores de las distintas banderas para representar a la población LGBTIQ+. El vídeo fue publicado en sus cuentas de TikTok y de Instagram por el inicio del Mes del Orgullo. Ella admite sentirse feliz de que, por lo menos durante un segundo, su público pueda sentirse representado.
Ella lo remarca en cada instante que puede: “Espero que en todo lo que yo pueda hacer, subir y mostrar poner un poquito de la comunidad”, me dice, pues no quiere dejar de recordar, a quien sea que la vea, que las personas LGBTIQ+ existen, “que siempre estamos luchando, queremos ser libres, poder vivir tranquilos sin que pase nada”.
Por eso en su arte, así como Andrea Alejandro, encontró una voz para gritar más fuerte que nunca.
El sueño de la Jota de los Milagros
Inició su carrera artística con el nombre con el que nació: Jordy. Luego le añadió el de los Milagros por dos motivos: porque sentía que en su vida estaban ocurriendo muy buenas cosas y para matar el apellido paterno. Finalmente, cuando descubrió su voz en la cultura del ballroom, en los bailes del voguing, se reencontró a sí misma y se bautizó como la Jota de los Milagros.
Su nombre es un reflejo de lo que quiere hacer con su obra: “desidentificarse”. Desidentificarse del rol de hombre que se le impuso y también de lo masculino. En sus bailes, la Jota de los Milagros busca desidentificarse para precisamente encontrar quién es y también para que lxs otrxs se encuentren.
Sus bailes se desarrollan en el espacio público. No le importa si sabe que un lugar no les dará los permisos para bailar, la Jota va y lo utiliza porque asegura que, mientras exista discriminación, su arte no dejará de transgredir. Al inicio respondía con agresividad a los policías que querían expulsarlo de los sitios, pero con los años aprendió a actuar con calma. Explica que cuando siente que hay un acto de discriminación, se encarga de mostrarlo en redes sociales. “Cuando uno ya sabe que el policía no se va a ir y te pueden meter preso, puedes utilizar la herramienta de evidenciar y llevar esa evidencia a muchos otros lugares que permite exponer a esta gente y hacerle dar cuenta a la sociedad en general que este tema tiene que discutirse”, comenta.
El sábado 29 de junio, la Jota de los Milagros organizará por primera vez un evento llamado Kiki en llamas, en el Museo Antropólogico y de Arte Contemporáneo (MAAC), ubicado en el Malecón 2000, un espacio que -confiesa- en ocasiones pasadas no les han permitido bailar. A partir de contar esta experiencia, comienza a soñar, a imaginar, así como busca que con sus bailes las personas puedan imaginar nuevas posibilidades y nuevas formas de expresarse.
La Jota de los Milagros me cuenta su sueño: que las llamas del kiki se extiendan por todo el Malecón 2000 y se logre hacer en un futuro una marcha del Orgullo en este lugar “con todos esos próceres de la independencia, con todas esas banderas latinoamericanas”. Un Orgullo sin prejuicios, un Orgullo para todxs.
No hay un futuro sin unión
“Hay que juntarnos a luchar”, me responde Andrea Alejandro cuando le pregunto cómo ve el futuro de lxs artistas LGBTIQ+ en Ecuador. “Es difícil transitar el camino solo”.
Antes me había contado su opinión respecto al papel que juega el arte en la lucha de las personas LGBTIQ+ en Ecuador. No dudó en responderme que se trataba de un instrumento para sensibilizar y para enseñar a las personas lo que significa ser una persona diversa. “Le das a la gente la oportunidad de conocer”, explica la Jota de los Milagros.
Ni Andrea Alejandro, ni Andrea Peralvo, ni la Jota de los Milagros ven un futuro prometedor para las artes si no es con la unión de todxs. Comprendí que tampoco dejarán de hacer arte porque el arte es también una lucha, una aproximación, una manera de ser.
No dejarán de hacer arte porque el arte no solo lo construyen con lxs artistas, sino también quienes lo consumen.