Óscar Molina V. y un ‘Bouquet’ que florece sin marchitarse

En su obra, el periodista recopila su trabajo como crónicas, reportajes e historias de no-ficción, principalmente de temas LGBTIQ+. Su libro se vuelve infaltable en el mes del Orgullo

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA

FOTOS: PEDRO DUARTE

Óscar Molina V. escribe para nunca marchitarse. La diversidad florece en una paleta vibrante de colores en cada uno de sus textos. Un ‘Bouquet’ de flores representa la riqueza de la autenticidad humana. Y así ha titulado acertadamente su libro publicado por Severo Editorial.

No solo se leen, sino que se huelen las páginas como si fueran gardenias y orquídeas. Se reconocen las palabras por sus formas, por el polen de la singularidad. Y, tras leer, no se puede dejar de pensar en la resistencia de las magnolias, en la belleza de sus pétalos, los cuales -así violentamente sean deshojados- convierten al dolor en el aguante, en el plantar semillas de cambio, en abrir caminos para la comprensión más profunda, que no es otra cosa que la aceptación plena.

En ‘Bouquet’ entendemos que la prosa tiene la elegancia y la resiliencia de las camelias; que las historias, por más duras que sean, pueden tener los tonos vibrantes de las buganvillas. Que un jardín cobra sentido cuando se reconoce la belleza particular de cada flor y su historia única. 

Molina V., con este libro compilatorio, florece y resiste en cada una de las historias que cuenta.

En el texto ‘Purita Valentina, ese otro relámpago’ planteas el día y la noche de este personaje hasta alcanzar la identidad. ¿Cuál es el día y la noche de Óscar Molina V.?

Me parece que te refieres a mi identidad sexo diversa. Entonces, puedo decirte que ha sido un proceso de aceptaciones. La escritura es una primera aceptación, como querer decirse a uno mismo “me quiero”. He hablado mucho de periodismo cultural, porque es un libro que tiene esa huella, y eso también es una aceptación: la especificidad bajo sospecha en las redacciones, donde piensan que somos los que menos trabajan. Con respecto a la cobertura en torno a la comunidad LGBTIQ+, no me interesa posicionarme como un periodista marica que solo escribe de temas maricas. Soy parte de esta comunidad, pero mi mundo no solo está atravesado por aquello. Si me he concentrado en los últimos años en este tipo de periodismo, es porque siento que existe un vacío. Con esto, para nada niego el esfuerzo de gente que me antecede y ha escrito sobre estos temas, los cuales la mayoría de veces pasan desapercibidos. Y, además, rescato y valoro el trabajo de una generación nueva, que está muy activa por evidenciar lo LGBTIQ+.

Una de tus tantas entrevistadas, Stella Zonin Massi, te dice: “el problema es que nadie sabe cómo manejar este tipo de delitos”, al hablar sobre los asesinatos y violencia que vive la comunidad LGBTIQ+. ¿Cuál es el reto de escribir sobre estos delitos cuando los términos legales parecen trastocar lo legítimo y lo justo? 

No sé si el periodismo tenga que involucrarse directamente en la parte legal. Nosotros no hacemos las leyes, pero sí podemos generar una incidencia dentro del debate público. El artículo ‘Su odio’, que es el que señalas, tuvo como objetivo evidenciar que hay un vacío, justamente, al aplicar la ley en estos delitos. Pienso en un caso emblemático como el de Javier Viteri (asesinado por un militar en Arenillas, El Oro, en mayo de 2020), donde lo legal y lo legítimo no siempre se traducen necesariamente en una incidencia social; es decir, tenemos una ley, pero eso no significa que mañana la homofobia o la violencia desaparecerán. El reto está en poder verbalizar, algo que sí es complicado frente a estos hechos, pero hay que entender que lo que no se nombra, no existe.

Portada del libro, que fue publicado por Severo Editorial (2023).

La homofobia no desaparece, como lo señalas ahora y como lo evidenciaste en tu conversatorio en Librería Tres Gatos, cuando expusiste las críticas al exsecretario de Comunicación Roberto Izurieta…

Imagínate, todos exaltando que el presidente (Daniel Noboa) llegue con su esposa y familia tomados de la mano, pero llega otra persona con su pareja y resulta todo un escándalo porque son hombres. Ves, en este país existe matrimonio igualitario, pero no puedes tomarte de las manos públicamente. En un texto hablo de eso, de tomarnos las manos y, en algún momento, me cuestioné si exageraba. Pero cuando en redes una señora sale a pedir que los miembros del Gabinete sean respetuosos y oculten su relación, me doy cuenta de que para nada se exagera cuando se nombran estas situaciones.  

Leo lo siguiente: “Sin garantías, sin derechos, sin igualdad, la vida sigue siendo una muerte lenta… esta vez, nos salvamos. Seguiremos siendo personas sobrevivientes, sobrevivientes del odio irracional de los otros”. ¿Cómo repensar la vida cuando sobrevivir parecería que no alcanza? 

Es lindo lo que mencionas, eso de que sobrevivir ya no alcance. Por circunstancias distintas puedes estar en una posición de sobreviviente, y muchas veces esa posición ya es limitada. Pienso en las Coccinelle, unas sobrevivientes y hasta supervivientes cuya lucha es un ejemplo. Pero, claro, la cosa se complica cuando hablamos de personas de 60 ó 65 años sin justicia ni reconocimiento económico ni seguridad social. Pero no quisiera ponernos en un lugar de victimización, aunque seamos parte de un sistema prejuicioso. Quisiera pensar en estas historias duras como una insistencia en la vida, en defender lo que cada una quiere. Pensar que la lucha no termina, pero ha tenido sus frutos y seguirá habiendo cosechas, porque el luchar es una constante de vivir y no solo de sobrevivir. 

Podrías reflexionar sobre el rigor periodístico de muchas veces no nombrar a la fuente, y a la vez hablar de personas que muchas veces no pueden ser nombradas como quisieran…

Hay que entender los casos. Por ejemplo, con ‘Amada’ es más delicado, porque una familia está protegiendo a una niña (Amada es una niña trans que cuenta con el apoyo de sus padres y estos exigieron al Registro Civil que reconozca su identidad de género). Pienso un poco en Purita, el darse un nombre como una suerte de escudo, la posibilidad de nombrarse como quieres que te llamen. Tú no elijes tu nombre, te bautizan y así quedaste, cuando un nombre es determinante. El autonombrarse es un derecho para cualquiera. Pienso que se debe sentir orgullo de cómo quieres que te nombren.

¿La libertad está en el orgullo?

Hay que sentir orgullo de no estarle pidiendo permiso a nadie. Claro, la libertad siempre tiene su precio. Socialmente, las personas libres son incómodas y por eso se les hace pagar un precio, ¿no?

Y un precio muy alto, diría yo…

Estamos totalmente de acuerdo.

Parafraseando el título de un artículo tuyo: ¿Qué falta para incluir a la inclusión?

En esa columna hablaba del tema educativo. Yo también fui profesor y tenía miedo de hablar abiertamente sobre la diversidad sexual, porque me parecía que podía aparecer una mirada de sospecha y hasta de precaución. Existe el prejuicio de que el profesor gay puede ser un depravado. Estas cosas te hacen hasta dudar de tus capacidades intelectuales. Quizás hace falta trasparentar. Incluir la inclusión no debería reducirse a un tema o a un libro que da cuenta de una cobertura sobre la comunidad LGBTIQ+. Lastimosamente, te encuentras con discursos que siguen cuestionando las elecciones personales. Resulta cansado estar en alerta para esquivar ataques homofóbicos o crímenes de odio. Yo tengo herramientas para responder y hasta argumentos teóricos para defenderme, pero cuando te atacan estás desarmado, vulnerable. Por mucho que estés seguro de tu condición, siempre habrá algo que te quiebre. Volviendo a la idea de la supervivencia, me parece terrible que tengas que estar a la defensiva.

Óscar es un hombre queer y en su libro explora géneros como la crónica, el relato personal, la correspondencia, la entrevista, entre otros. | PEDRO DUARTE

Un Óscar nómada, migrante, pasando por Nueva York y viviendo en Miami. ¿Cómo ha confluido el estar afuera para construir tus columnas?

Me sorprende. Como digo en uno de los textos: era un niño muy miedoso. Nunca imaginé estar afuera. Tengo una migración privilegiada, un salir por estudios. Aún así, afuera eres uno más y no importas, sea lo que seas o hayas hecho. Este anonimato te permite un montón de reflexiones y de exploración del silencio. Sí, podría hablar de un país como Estados Unidos, donde suceden muchas violencias, pero en mi caso es un espacio donde he podido escribir y estoy agradecido. Sí, podemos hablar de un imperio perverso, pero también de un lugar donde hallé mucha comunidad. Puede sonar a cliché, pero es el viaje donde sigo encontrándome conmigo mismo. 

El cine atraviesa gran parte de tus columnas. ¿Cómo exploras y abordas un tema cuando sabes que la comunidad LGBTIQ+ no la pasa de película?

El cine es un pretexto para reflexionar. Las películas que reseño salen de los estereotipos y, también, siento que no tratan a la comunidad LGBTIQ+ como impoluta. Se trata de matizar y reconocernos más allá de nuestras preferencias como seres humanos, es decir, como seres imperfectos. También, el cine me ha dado la posibilidad de dialogar con lo estético, con entender este arte en movimiento gracias a su fotografía y guión. Y, en lo personal, el cine me ha ligado a mi papá, quien siempre nos llevaba a ver películas. Además, el cine es un lugar donde podemos conmovernos colectivamente.  

¿Sientes que la escritura es tu lugar seguro?

Wow. ¡Qué pregunta! Ummm. Habría que entender bien qué puede ser un lugar seguro. Puede serlo en el sentido de que nada me limita a la exploración. Claro que esto también te lleva a la duda, a la incertidumbre. Escribir te libera, pero también te estresa. Estás entre la adrenalina de ir por algo nuevo y con el miedo a fallar. Cristina Rivera Garza habla de cómo el escritor se maravilla de lo que escribe, pero lo maravilloso es que el lector también puede maravillarse con lo que lee. El descubrimiento que se vive en este proceso es poderosísimo. No sé si es un lugar seguro, pero sé que es un buen lugar.

Entre la diversidad de un ‘Bouquet’ de flores, ¿qué flor es Óscar Molina V.?

Es la segunda vez que me lo preguntan, ya lo hicieron en Cuenca. Responderé lo mismo: las orquídeas, porque simplemente me gustan. Quisiera explicarlo como lo hace generosamente Cristina Burneo en el prólogo del libro. Una explicación tan simbólica, una lectura desde lo biológico y literario, desde las formas de las flores y apelar a la sexualidad y sensualidad. Creo que todos podríamos, en ese sentido, ser polinizadores y, más allá de nuestras, diferencias vivir en comunidad. 

ÓSCAR MOLINA V. es periodista y escritor ecuatoriano (Quito, 1987). En 2023 ganó la primera beca en español (Emerging Writer Fellowship) de la Feria del Libro de Miami y el Miami Dade Collage.

Sus textos han sido publicados en medios como Gatopardo, Infobae, Telemundo, Univisión, El Espectador, The Clinic Online y Mundo Diners. Fue editor de la revista Letras del Ecuador y en 2019 formó parte de la exposición ‘Archivxs Lgbtiq+’, en el Centro de Arte Contemporáneo, con la obra ‘Contengo multitudes’.

‘Su odio’, uno de los textos del libro Bouquet, fue publicado en edición cientonce.

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Damián De La Torre Ayora

Periodista cultural. Estudió Ciencias de la Educación, Lengua y Literatura y Comunicación Social. Fue editor y jefe de información de Diario La Hora. Ganador de los premios Eugenio Espejo UNP a la mejor Entrevista/Perfil y a la mejor Crónica en Revista; y al mejor reportaje del Festival Artes Vivas de Loja.