Las violencias que sufrimos las mujeres diversas

Las mujeres lesbianas, bisexuales, trans y queer nos enfrentamos a violencia y discriminación por la misoginia, la lesbofobia-bifobia, y el cisgenerismo-racismo

Cada 25 de noviembre es el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres y es importante visibilizar las violencias que vivimos y atravesamos quienes transgredemos esa idea hegemónica de lo que es ser mujer.

En 2023 se han reportado 277 casos de violencia machista. De ese número, 113 son femicidios y 14 transfemicidios, según Fundación Aldea. Tanto la violencia como la discriminación son herramientas que utiliza el heteropatriarcado para excluir y controlar los cuerpos de las mujeres de la diversidad y disidencias. La violencia hace referencia al poder que se tiene para controlar una persona a otra y la discriminación es cerrar puertas desde el Estado y la sociedad para no darnos la etiqueta de que somos ciudadanas de derechos.

Las mujeres lesbianas, bisexuales, trans y queer nos enfrentamos a violencia y discriminación por la misoginia, la lesbofobia-bifobia, y el cisgenerismo-racismo.

La misoginia hace alusión al odio que se genera contra las mujeres por el simple hecho de habitar la feminidad. Y sí, incluye, por supuesto, a las mujeres trans. Las mujeres trans son mujeres.

La lesbofobia y bifobia es el odio irracional ante las relaciones entre mujeres. Muchas veces se llega a fetichizar estas uniones por la concepción machista de que las relaciones lésbicas sólo deben de existir para el consumo de la mirada masculina y para su complacencia. Toda relación lésbica que salga de esos márgenes es fuertemente rechazada.

Por último, tenemos el cisgenerismo – racismo. El término cisgénero se refiere a las personas cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer. Entonces, si eres una persona que nació con vulva y te identificas con la feminidad, eres una persona cisgénero. Pero allí no acaba la cosa: la feminidad hegemónica está abrazada a la blanquitud y mestizaje; entonces, toda expresión de género que salga de la hegemonía será razón para discriminarte.

Si hablamos de discriminación, esta es continua para las mujeres diversas. Nos afecta cuando queremos acceder a un trabajo digno, vivienda, adopción, al agua, a la tierra o terrenos. Para las mujeres diversas, por ejemplo, es más complejo conseguir un alquiler debido a que los dueños mencionan que “eso no es de Dios” o “no se comparten esas ideologías” en sus casas.

Para las mujeres trans es más complicado salir de las periferias o de las zonas rurales porque al salir del clóset dejan de tener apoyo familiar y eso incluye el apoyo económico. Los estudios se quedan aplazados, no consiguen trabajo, y si lo hacen es en condiciones precarizadas y explotables.

El pasado 20 de noviembre se desarrolló la marcha trans en Guayaquil. En la movilización, mujeres trans alzaron su voz contra los transfemicidios. | VICTOR CARREÑO

Cuando hablamos de violencia, no nos referimos exclusivamente a femicidios y transfemicidios. También hay violencias que nos atraviesan a los cuerpos de las mujeres diversas. Por ejemplo, existen casos de violaciones sexuales a mujeres lesbianas, bisexuales o queer como método de “corrección” hacia nuestra orientación sexual. Que esto llegue a pasar ya es grave, pero lo es aún más cuando viene de familiares, conocidos y hasta del cuerpo policial, que ha llegado a amenazar con denunciarnos o llevarnos presas por disfrutar de los espacios públicos.

La realidad de las mujeres trans no se diferencia, incluso es peor. Hay compañeras que denuncian que cuando ejercen el trabajo sexual, hay policías que no las dejan trabajar en las esquinas o les piden dinero por estar allí. Si no tienen, son forzadas a hacerles felaciones, violadas y hasta las dejan tiradas en los barrancos.

Este es el fin de la violencia estatal, tener el control sobre nuestros cuerpos por ser disidentes, dándonos a entender o aleccionarnos que no tenemos autonomía de nuestra sexualidad si no es con el fin reproductivo desde la heterosexualidad obligatoria.

La violencia machista se sostiene a través de lo simbólico, creando expectativas hegemónicas de lo que debería de atraernos; por ello, otra situación que hay que hablar específicamente en los espacios LGBTIQ+ es la hegemonía que tenemos de las parejas homosexuales. Cuando pensamos en una pareja homosexual se nos viene a la mente dos hombres blancos, encajados en la masculinidad hegemónica. No se perciben ni se difunden las relaciones entre hombres indígenas, afrodescendientes, ni de otra identidad étnica.

Lo mismo ocurre en las relaciones lésbicas. Se cree que es para mujeres hegemónicas (blancas o mestizas, cisgénero y heterosexual y con privilegios de clase) cuando no es el único modelo. Cuestionarnos sobre nuestros gustos y atracciones también es un paso para cambiar lo que se nos ha ido instaurando hasta el tuétano. 

¿Por qué nos gusta lo que nos gusta? ¿De qué nos sirve nombrarnos desde la diversidad sexo genérica si al final vamos a seguir relacionándonos con los postulados de la heterosexualidad (entendiéndose como un sistema de opresión, no como una orientación sexual)?

Al final, la hegemonía y el simbolismo son pilares para seguir sosteniendo una cultura violenta. Con esto quiero concluir que lo LGBTIQ+ no está separado de una lectura anticlasista, antirracista y antipatriarcal. Nuestros gustos y atracciones tienen que ser cuestionados, las personas heterosexuales tienen que ir rompiendo el pacto de la normatividad para crear espacios seguros para la diversidad y revolucionar nuestros afectos desde nuestra orientación relacional.

Les comparto una frase de las compañeras lesbianas argentinas que me encanta y dice así: Hacete torta que la vida es corta.

Ana Alarcón

Activista antipatriarcal, bisexual, poliamorosa, escritora. Fundadora de la colectiva antipatriarcal Zorra Subversiva. Creadora del podcast ‘Romper el silencio con Ana Alarcón’. Psicóloga clínica con enfoque de género, diversidades sexuales y afectivas.