Ecuador, megadiverso y racista

Después de 18 días de paro nacional, el diálogo entre el Gobierno y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) permitió que las movilizaciones finalicen el 30 de junio. Durante las manifestaciones, se evidenció a un país dividido por el clasismo y el racismo.

La Constitución define a Ecuador como “un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico”. 

Si bien, Ecuador se compone mayoritariamente de una población mestiza, en el  territorio nacional habitan 14 nacionalidades indígenas, que según datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos en 2021 representaban un 1 millón 100 mil habitantes a lo largo del país. 

A pesar de ello, vivimos en un entorno cargado de racismo y clasismo, cuyas expresiones desbordan en momentos críticos como las manifestaciones que iniciaron en junio.

Durante el paro nacional, la represión de la Policía fue violenta. Según la Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos, seis personas fallecieron en el contexto del paro y hubo 76 vulneraciones a derechos humanos. Los uniformados incluso atacaron las llamadas zonas de paz.

Pero sucedió todo lo contrario con las marchas autodenominadas «por la paz», convocadas por un grupo de ciudadanos en el norte de Quito, específicamente en la Avenida de los Shyris. Con banderas blancas en mano, exigían se detenga lo que llamaban “violencia” en Quito y que les permitan volver a trabajar. 

Su discurso distaba mucho de ser pacífico, pues usaron expresiones racistas.

Conocidos como “quiteños de bien”, es un grupo que busca vivir en ¿paz?, siempre y cuando, vivan pisoteando a quien es diferente a ellos, ya sea por su color de piel o clase social.

Pero también otros actores de la política o el periodismo han mostrado su odio en redes sociales, como lo hizo Fernando Balda en un tweet subido el 29 de junio, que sería eliminado días después por su autor. Balda pidió en la red social, sin ningún reparo, abastecerse de bates de béisbol para repeler a los manifestantes. Una declaración que, por incitar a la violencia, se considera discurso de odio y no está protegida en el derecho de la libertad de expresión.

Según Lía Burbano, directora ejecutiva de la Fundación Mujer & Mujer, desde las manifestaciones de octubre de 2019 “se han venido quitando las máscaras estas personas que se llenan la boca diciendo ‘yo no soy racista, yo no soy regionalista’ (…) Estas protestas, particularmente lideradas desde los pueblos y nacionalidades, les ha hecho tal roncha a esta gente racista y clasista, que no han aguantado; entonces se han quitado las máscaras”.

Para Burbano, “Ecuador es un país profundamente racista, lo venimos denunciando siempre; ahora queda en evidencia (…) que una persona ecuatoriana se exprese de una manera violenta, agresiva, cargada de odio hacia personas por su color de piel, por sus orígenes, por su lugar de procedencia, denota primero una profunda ignorancia, y segundo un racismo que está enraizado en la cultura ecuatoriana”, afirma. 

Señala, además, que este tipo de comportamientos no recibe ningún castigo, quedan en la impunidad, alimentando una problemática cultural que sigue en aumento.“Nos burlamos de los negros, nos burlamos de los indígenas, nos burlamos de los homosexuales, nos burlamos de todo el mundo.”

Según jurisprudencia internacional, el peligro latente yace en la violencia que podría generar el discurso de odio, pues las manifestaciones suelen estar dirigidas a un grupo determinado de personas enfocado en características específicas, que buscan mermar su dignidad. 

Cuando nuestras diferencias le pesan al mundo, guardar silencio es una opción; pero me resisto a creer que es nuestra postura, prefiero pensar que esta generación mira a les otres desde el respeto, que decide no darle espacio al racismo, que promueve discursos con un enfoque más humano, sin odio, ni juzgamientos. 

Y así, desde cada espacio pequeñito, nos vamos haciendo más fuertes para vencer este delirio de superioridad, que menosprecia nuestra herencia ancestral indígena, que por más que quieran negarlo, hoy está más viva que nunca. 

Gabriela Vivanco

Madre por decisión, feminista, aliada, comunicadora. Acompaño a mujeres víctimas de violencia. Los derechos humanos son para todes. Abrazo nuestras diferencias y celebro las vidas dignas. Me represento a mí misma y escribo para que la gente conozca sobre los derechos de las personas LGBTIQ+, porque existen y resisten.