31 Mar El arte desde la mirada trans
Andrea Alejandro busca atravesar las capas de una sociedad transfóbica desde la poesía, mientras que Daniel Medina explora sus sentimientos con pintura. Te contamos sus historias
GABRIEL TOMALÁ VELÁSQUEZ
El arte ha sido uno de los báculos para desvelar realidades. Y ha sido un canal para, desde la mirada trans, evidenciar la falta de oportunidades, la violencia y sometimiento de sus cuerpos, así como la carencia de garantías de derechos.
Andrea Alejandro Freire, hombre trans no binario y activista seropositivo, escribe poesía idealizada para ser una imagen, un momento o, como se conoce actualmente, una performance, que pretende atravesar las diferentes capas de la sociedad discriminatoria, clasista y transfóbica.
La fuerza de sus letras posee una oralidad innata, la figura clásica del trovador potencializa los manifiestos que narra para sensibilizar y cuestionar a las masas; son denuncias públicas al status quo y una traducción no literal de la realidad.
En sus palabras, su arte es “profundamente político”, ya que tiene que ver directamente con la estética social, es decir la participación ciudadana en la creación misma de su entorno.
“Para mí, el arte es político para denunciar y visibilizar todo aquello que me atraviesa y me afecta”, explica. “Soy una persona negra, trans y vengo de un barrio pobre, vengo de Latinoamérica; estos factores hacen que mi vida diaria sea una lucha constante. No he conocido otra realidad; por eso mi arte es transgresora. No puedo hacer como si nada pasara y hablar de otras cosas, tengo que honrar las memorias de mis ancestras trans y negras que dieron su vida para que yo pueda estar acá”, sostiene.
Un arte coherente, así es como define a su trabajo, ya que este se alinea con sus deseos y aspiraciones. Esa coherencia es la que aporta rigurosidad a sus textos, los cuales provienen del motor que mueve todo para Alejandro: la rabia acompañada del dolor, la cual funciona también como una herramienta de curación.
Sumilla: Entre la represión y la libertad
Daniel Medina, hombre trans bisexual, relata vivencias pasadas y presentes a través de pinturas y escritos. En la obra Mi reflejo, con la cual ganó un concurso de arte LGBTIQ+, plasma la dualidad entre la represión y la libertad, presentes a lo largo de su vida. El dolor en la infancia, el caos en la juventud, pero también amor propio y orgullo, son parte de esta obra.
“El arte que yo hago viene principalmente de mis sentimientos y emociones. Por mucho tiempo tuve problemas expresando todo aquello que me causaba dolor y todo aquello que me causaba incluso felicidad. Tenía la idea de que no podía decir las cosas que siento”, señala.
Daniel también ha escrito poesías y relatos, incluso en los días más oscuros. Fueron esos momentos, donde su mente se enredaba más, los catalizadores de inspiración para crear escritos nostálgicos y auténticos.
Ha redactado algunos poemas, entre ellos El hijo del sol naciente, divido en dos partes, donde narra de manera descriptiva sus pesares en noches de soledad y la amargura de su mente brumosa. Al mismo tiempo, contrasta sus líneas melancólicas con palabras de superación y esperanza.
“Cuando lo escribí me sentía muy perdido, problemas como trabas para cambiar el nombre de mi título de bachiller aparecieron; sentía que no tenía más oportunidades, así que todas las madrugadas me quedaba despierto pensando demasiado, hasta que una noche surgió la inspiración”, añade.
Hoy, sus días no son tan oscuros como antes, continúa creando y explorando diferentes áreas artísticas. Daniel cuenta que su poesía tiene toques de dolor y la pintura posee una libertad intrínseca. Su arte está lleno de expresiones que -comenta- se encuentra en todas partes, desde las risas con su familia, en la naturaleza, además del tiempo que comparte con sus amigos. El arte se transforma.