08 Mar ¡Gracias, mujeres!
Es complejo explicar qué es ser mujer y más complejo si eres mujer de la diversidad sexual; te identificas como feminista, sales del canon de la feminidad social y otras hierbas más… ya saben. No entraré en ese detalle de explicar qué conmemoramos el #8M, seguramente hoy saldrán notas diciéndolo y para qué redundar.
Como lo he dicho antes, me interesó y me identifiqué con el feminismo en mi adolescencia. Leí textos académicos y fanzines feministas que encontré en mi casa. Al leerlos, sentí una especie de apertura, de empezar a ver las cosas con otros ojos, cuestionándome si lo que me pasaba era por mi sexo o porque sí. En mi círculo de amigas era la única que pensaba que la idea de la “virginidad” femenina era una especie de “control de calidad” y que por eso “guardarla” era absurdo. ¡Obvio! ¡No somos cosas! Definitivamente, no podía hablar de ciertos temas con ellas.
El tiempo pasó, empecé a trabajar, a estudiar en la universidad, me casé con un hombre (por si no lo saben, soy bisexual), me divorcié, me uní a una mujer y fue aquí cuando empecé mi activismo, formalmente hablando. Estoy segura que siempre fui activista, por algo en el colegio siempre fui yo la que hablaba por todas con alguna autoridad del plantel cuando de alguna injusticia se trataba.
Debo mencionar que entre una época y otra fui víctima de intentos de violación y de abuso, y es aquí cuando le agradezco al feminismo el haberme dado la información necesaria para comprender que esos incidentes violentos no fueron mi culpa; la víctima nunca tiene la culpa. Los responsables y únicos culpables son los violadores y abusadores. De los que se encarga ya el Código Orgánico Penal imponiendo penas por esos delitos; es decir, no deben ni tienen que estar incluidos en la Ley de Aborto por Violación, como muches en las redes sociales piden. Lo menciono para evitar más confusiones con esa, ahora, deplorable ley.
Cuando “salí del clóset” de la bisexualidad, fue cuando viví en carne propia lo duro y difícil que es ser mujer sexo género diversa; me percaté de los privilegios que había tenido mientras viví como mujer heterosexual, exclusivamente. Se preguntarán cuáles privilegios, bueno… desde no querer darle matricula a tu hija por no ser tú la personificación de la mujer femenina cisgénero y de paso atea, hasta calificarte de mala madre públicamente en alguna reunión de representantes. ¿Cuántas veces le ha pasado algo así a una mujer hetero o aparentemente hetero cisgénero por el sólo hecho de ser heterosexual? Me atrevería a decir, sin temor a equivocarme, que nunca. Aunque quién sabe.
El progenitor de mi hija se entera meses después, por mí, que soy bisexual, cuando la relación ya había acabado y nos estábamos divorciando. Gran error. Empezó el acoso, las amenazas de quitarme a mi hija, la violencia física, psicológica, vicaria. Lo denuncié, pero nunca pagó lo que la comisaria (en esos tiempos existían las Comisarías de la Mujer) determinó. Le debe como 10 años de pensiones a mi hija y me quitó mi auto bajo chantaje de no divorciarse sino se lo daba. No faltará quien piense “¡qué tonta, yo no se lo daba!”. Llevaba muchos meses siendo víctima de acoso, mis amigas también, llamadas a todas horas, insultos en la calle. Simplemente deseaba paz y sentirme segura otra vez.
Aquí cabe recalcar que aquellos que piensan que las leyes están a nuestro favor, déjenme decirles que no hay algo más falaz que eso. Si el “señoro” no está afiliado o no tiene roles de pago, se vuelve casi imposible cobrar las pensiones. Te toca hacer de detective, policía y delivery para dejarle las notificaciones del juzgado, exponiéndote, pero eso es sólo un detalle. Situaciones en las que se está en indefensión absoluta, pero las leyes están a nuestro favor, ¿no?
¿Y qué tiene que ver el #8M con esta historia? Mucho. Durante años, las mujeres hemos denunciado públicamente los diferentes tipos de violencia que nos atraviesan y sólo por el hecho de ser mujeres. Una sociedad que estigmatiza a toda aquella que tenga la osadía de salir de la norma social impuesta, siendo la violencia de género con todas sus manifestaciones el castigo a recibir. Un ejemplo de eso son las violaciones correctivas a mujeres de la diversidad sexual que pretenden heterosexualizarnos porque ser heterosexual es la única forma válida de vivir nuestra sexualidad. Lo positivo es que cada vez hay más mujeres conscientes de estos discursos machistas, falocéntricos y misóginos, así como hombres dispuestos a deconstruirse y formar una masculinidad fuera de la hegemónica para vivirla desde un lado más humano, único y muy personal.
Gracias a la lucha de las mujeres y sus mensajes e información, supe que todas las agresiones que sufrí fueron expresiones del machismo; supe que ser mujer y bisexual acarrea doble estigma, pero sin haber sido alguna vez mi culpa, que todo parte de la heteronorma binaria que impera en la sociedad, que a las mujeres nos agreden (y nos matan) por el hecho de ser sólo mujeres, que la violencia sexual está aupada en la cultura de la violación, que tu sexualidad no te define como buena o como mala madre, que hay muchas formas de ser mujer y que todas son válidas, pero, sobre todo, me enseñó que lo personal es político y lo político también es personal.